Bielorrusia y Rusia eran repúblicas constituyentes de la Unión Soviética y se independizaron en 1991, con el colapso de la URSS. Ambos países fueron miembros fundadores de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Los vínculos tradicionalmente estrechos entre Rusia y Bielorrusia y una identidad nacional bielorrusa relativamente débil llevaron a un impulso hacia la reunificación, que comenzó ya a principios de la década de 1990. Entre fines de 1993 y 1994 se negoció un acuerdo preliminar (que quedó solo en papel) sobre el establecimiento de una unión monetaria entre Rusia y Bielorrusia. Si bien los dos países conservaron sus propias monedas, el proceso de integración se convirtió en un tema prioritario en la agenda después de que Alexander Lukashenko, partidario de la "unificación de todos los pueblos eslavos", se convirtió en el nuevo presidente de Bielorrusia en julio de 1994.
En abril de 1996, Lukashenko y Boris Yeltsin, presidente de la Federación de Rusia, firmaron un "Tratado para la formación de una comunidad". El acuerdo promovió la coordinación de las políticas económicas y exteriores de los dos países, creó un Consejo Supremo y un Comité Ejecutivo de la comunidad (ambos con poderes escasos o nulos) y condujo al establecimiento de una asamblea parlamentaria Rusia-Bielorrusia. El 2 de abril de 1997, Yeltsin y Lukashenko firmaron un segundo tratado estableciendo una unión entre Rusia y Bielorrusia y prometiendo una mayor cooperación en las esferas económica y de seguridad, reiterando el objetivo final de crear una moneda única. La resistencia de Yeltsin, sin embargo, impidió que las dos partes definieran medidas concretas para fortalecer la integración entre Rusia y Bielorrusia.
Los documentos de 1996 y 1997 tuvieron pocas consecuencias prácticas. Los reformadores rusos (algunos de ellos cercanos al presidente Yeltsin) tenían una actitud tibia hacia una posible confederación con una Bielorrusia cada vez más autoritaria. Otro obstáculo en el camino de la integración fue la preocupación de las autoridades rusas de que la creación de la unión podría alentar a las repúblicas étnicas rusas a buscar el mismo estatus que Bielorrusia en la nueva confederación. En Rusia, los principales defensores de la integración con Bielorrusia se encontraban principalmente entre los nacionalistas y comunistas, mientras que la oposición bielorrusa seguía mirando con sospecha la creación de una Unión Rusia-Bielorrusia (que para muchos tenía un viejo sabor soviético).
En diciembre de 1998, Yeltsin y Lukashenko firmaron nuevos tratados, incluida una declaración de unificación en la que las dos partes acordaron crear en 1999 un estado de unión con una moneda única. Sin embargo, en los meses siguientes Rusia se mostró cautelosa a la hora de establecer una confederación con Bielorrusia y se opuso a la creación del cargo de presidente sindical. Luego de largas negociaciones se firmó un nuevo documento de unión en diciembre de 1999. Una vez más, el acuerdo fue de carácter declaratorio y esta vez fijó 2005 como fecha para la unión monetaria.
Desde que Vladimir Putin se convirtió en presidente de Rusia en 2000, no se habían tomado otras medidas formales o concretas significativas hasta 2003 para llevar a los dos países hacia alguna forma de reunificación. El régimen autoritario bielorruso y la economía de estilo soviético continuaron representando serios obstáculos para la integración de Bielorrusia en un estado común con Rusia. En 2002 se produjo una crisis en las relaciones entre los dos países, siguiendo las propuestas de Putin (rechazadas por Lukashenko) de de facto incorporar a Belarús en la Federación de Rusia o, alternativamente, crear una forma de integración principalmente económica basada en el modelo de la Unión Europea. Oficialmente, la unión monetaria Rusia-Bielorrusia sigue programada para comenzar en 2005, cuando Bielorrusia adoptará el rublo ruso como moneda legal.