Tratado de rapallo

El Tratado de Rapallo fue firmado por Alemania y la República Socialista Federativa Soviética de Rusia el 16 de abril de 1922.

Como parte de un plan para fomentar la recuperación económica después de la Primera Guerra Mundial, los aliados invitaron a Alemania y la Rusia soviética a una conferencia europea en Génova, Italia, en abril de 1922. Lenin aceptó la invitación y designó al ministro de Relaciones Exteriores, Georgy Chicherin, para encabezar la delegación soviética. Acompañado por Maxim Litvinov, Leonid Krasin y otros, Chicherin se detuvo en Berlín de camino a Italia y elaboró ​​un borrador de tratado. El gobierno alemán, aún con la esperanza de un acuerdo favorable en Génova, se negó a formalizar el tratado de inmediato. En Génova, las delegaciones aliadas insistieron en que el gobierno soviético reconociera las deudas de los gobiernos prerrevolucionarios. Los soviéticos respondieron con una oferta para pagar las deudas y compensar a los propietarios si los aliados pagaban por la destrucción causada por la intervención aliada. Si bien estas negociaciones permanecieron estancadas, a la delegación alemana le preocupaba que un tratado aliado-soviético dejara a Alemania aún más aislada. Cuando la delegación soviética propuso una reunión privada, los alemanes aceptaron, y Chicherin y el ministro de Relaciones Exteriores alemán Walter Rathenau firmaron el tratado ruso-alemán.

Las dos partes acordaron retirar todos los reclamos de guerra entre sí, cooperar económicamente y establecer relaciones diplomáticas. El Tratado de Rapallo sorprendió a las potencias occidentales. Alemania terminó su aislamiento con un aparente cambio hacia una política oriental, mientras que la Rusia soviética encontró un socio comercial y logró la normalización de las relaciones sin resolver el problema de la deuda. Esta relación especial entre la Rusia soviética y Alemania, incluida alguna cooperación militar, duró diez años.