La hermana Juana Inés de la Cruz (1651-1695) fue una monja mexicana reconocida por su fenomenal conocimiento de las artes y las ciencias de su época, su devoción por la investigación científica y su poesía lírica.
La hermana (o sor) Juana Inés de la Cruz nació Juana Inés de Abasje y Ramirez de Santillana en la Hacienda de Nepantla de padres respetables aunque solteros. Fue puesta bajo la custodia de su abuelo materno. Cuando tenía 3 años, había aprendido a leer. A los 8 años escribió un respetable drama eucarístico breve. Casi al mismo tiempo se mudó a la Ciudad de México para vivir con familiares, donde pronto aprendió suficiente latín para escribir excelentes versos en ese idioma.
Los talentos de Juana llamaron la atención de la virreina, quien la nombró doncella en la corte virreinal. Aquí continuaron desarrollándose las capacidades intelectuales y literarias de Juana, así como una belleza física igualmente precoz que arrasó con los jóvenes de la alta sociedad mexicana.
Vida monástica
Al final, Juana encontró que la vida mundana no era de su agrado. En 1667 se unió a la Orden ascética de los Carmelitas Descalzos (descalzos) en la Ciudad de México, motivada, quizás, menos por convicciones religiosas que por su necesidad de un santuario en el que perseguir sus intereses intelectuales y literarios. La rigurosa existencia de los carmelitas le provocó una grave enfermedad y la obligó a cambiar al orden jerónimo menos exigente, en el que pasó el resto de su vida.
Rodeada de su biblioteca de unos 4,000 libros y sus instrumentos musicales y científicos, la hermana Juana continuó desarrollando y perfeccionando sus conocimientos de teología, filosofía, astronomía, matemáticas, literatura, pintura y música. Mantuvo correspondencia con las mejores mentes de México y Europa y fue amiga de sabios de la capital virreinal.
Sor Juana escribió obras de teatro moralistas, villancicos, ensayos alegóricos, comedias mundanas en tres actos y, sobre todo, letras de amor, que fueron su mayor fuente de fama. La métrica y la rima de su poesía variaban, y el estilo de sus escritos era florido, ornamentado y oscuro, como dictaba la moda barroca imperante. Sin embargo, debajo de estas artificialidades, su trabajo revela un intelecto profundo y sutil, así como un espíritu profundamente perturbado por las tensiones internas y las presiones de su entorno externo. Sor Juana se debatió entre la intelectualidad y la emotividad; sus intereses la colocaban en desacuerdo con un sistema de valores que para las mujeres solo perdonaba el matrimonio, el parto y la religiosidad; su énfasis en el conocimiento secular estaba en conflicto con su condición de esposa de Cristo; su insistencia en la investigación racional desafió los modos de pensamiento escolásticos santificados que se basan en la verdad revelada.
La desviación social e intelectual de Sor Juana generó inevitablemente hostilidad entre sus asociados monásticos y oprobio de sus superiores eclesiásticos. La crítica alcanzó su punto culminante en 1690 en forma de una carta del obispo de Puebla, haciéndose pasar por "Sor Philotea", que la amonestaba por descuidar la literatura religiosa. En su "Respuesta a la hermana Philotea", escrita al año siguiente, la hermana Juana defendió vigorosamente sus intereses y métodos de investigación. Sin embargo, herida por tales críticas y tal vez agobiada por sentimientos de culpa, reafirmó abyectamente su fe en 1694, renunció al mundo, dispuso de sus libros e instrumentos y se dedicó a la penitencia y mortificación de la carne. Murió al año siguiente mientras ministraba a las hermanas afectadas por una epidemia.
A pesar de su gran talento literario, los académicos modernos tienden a poner mayor énfasis en la variedad de logros intelectuales de la hermana Juana. Su apasionada devoción por el conocimiento y su insistencia en métodos racionales de indagación la sitúan por encima de todos los sabios mexicanos contemporáneos, salvo quizás Don Carlos de Sigüenza y Góngora, y la identifican como precursora de la Ilustración del siglo XVIII.
Otras lecturas
No hay estudios mayores en inglés de Sor Juana. Sin embargo, son útiles introducciones a su vida y obra en Arturo Torres-Rioseco, Literatura del Nuevo Mundo: Tradición y Revuelta en América Latina (1949) y en Irving A. Leonard, Tiempos barrocos en el Viejo México (1959). □