Cuando Karl Marx y Friedrich Engels imploraron a los trabajadores del mundo que se unieran, anunciaron una nueva visión de la política internacional: la revolución socialista mundial. Aunque fundamental para el pensamiento marxista, la importancia de la revolución mundial provocó poco debate hasta la Primera Guerra Mundial. Fue Vladimir Lenin quien la revitalizó, la convirtió en un elemento central de la teoría política bolchevique y le proporcionó una base institucional. Aunque otros marxistas, como Nikolai Bukharin y Rosa Luxemburg, le dedicaron gran atención, las ideas de Lenin tuvieron el impacto más profundo porque vincularon de manera persuasiva un análisis del imperialismo con la lucha por la revolución socialista mundial.
In Imperialismo: la etapa más alta del capitalismo (1916), Lenin argumentó que la guerra moderna se debía a conflictos entre las potencias imperialistas y que cualquier revolución dentro del mundo imperialista debilitaría el capitalismo y aceleraría la revolución socialista. Las contradicciones del capitalismo y el imperialismo proporcionaron el suelo que alimentó la revolución mundial. En el otoño de 1917, cuando Lenin engatusó a sus camaradas para que tomaran el poder, argumentó que la Revolución Rusa era "uno de los eslabones de una cadena de revoluciones socialistas" en Europa. Creía en la inminencia de tales revoluciones, que consideraba esenciales para la supervivencia y el éxito de la revolución bolchevique. Su optimismo no era infundado, ya que los disturbios revolucionarios envolvieron a Europa Central y Oriental en 1918-1920.
En 1919, Lenin ayudó a crear la Internacional Comunista (Comintern) para guiar la revolución mundial. A medida que la ola revolucionaria decayó en la década de 1920, Stalin afirmó que la revolución mundial no era esencial para la supervivencia de la URSS. Más bien, argumentó, el desarrollo del socialismo en un solo país (la URSS) era esencial para mantener vivo el movimiento revolucionario mundial. Otros líderes bolcheviques, especialmente León Trotsky, no estuvieron de acuerdo, pero fue en vano. No obstante, hasta que adoptó la política del Frente Popular en 1935, el Komintern siguió tácticas para la revolución mundial. A diferencia de las políticas anteriores de la Comintern, que buscaban provocar la revolución, el Frente Popular era una política defensiva diseñada para detener el ascenso del fascismo. Marcó el final de los esfuerzos soviéticos para fomentar la revolución socialista mundial.