El Libro de grados de la genealogía real es la primera historia narrativa de la tierra rusa. El enorme texto que llena unas 780 hojas manuscritas compuestas entre 1556 y 1563 es uno entre varios proyectos literarios ambiciosos iniciados por el metropolitano Macario, arzobispo de Moscú y jefe de la iglesia rusa durante el reinado de Iván el Terrible como zar (1547-1584). Iván, cuyos antepasados radicados en Moscú se habían apropiado despiadadamente de vastas extensiones de territorio para su dominio, alentó a los escritores a crear defensas de su legitimidad. Los eclesiásticos respondieron con una versión de la historia de la dinastía que transmitía su propia perspectiva sobre el rumbo futuro del país. Combinando crónicas, vidas de santos y leyendas, el libro rastrea la ascendencia de los príncipes de Moscú en diecisiete pasos o grados desde Augusto César y destaca las hazañas nobles de cada gobernante desde el Gran Príncipe Vladimir I (980-1015) hasta el Zar Iván. El propósito del libro no era solo elogiar al zar. El objetivo más amplio de sus escritores era retratar al estado moscovita como un imperio divinamente protegido cuyos gobernantes florecerían siempre que obedecieran los mandamientos de Dios, escucharan a los metropolitanos y apoyaran los intereses de la iglesia.
El Libro de Grados es una obra de importancia tanto historiográfica como literaria. Como ejercicio de historiografía, su alcance e ideología son comparables a las compilaciones de historia franca del siglo IX que glorifican la línea de los gobernantes carolingios. Como los historiadores carolingios, sus autores definen a su país como el "nuevo Israel". Al hacerlo, legitiman a los miembros de un clan principesco menor cuyos fundadores no tenían derechos políticos ni dinásticos de poder, pero que deseaban ser tratados como iguales a los emperadores bizantinos. Los círculos políticos de élite aceptaron las representaciones del libro como prueba autorizada de la ascendencia imperial de los gobernantes. Los retratos de los príncipes de Moscú como campeones de su fe no tenían menos autoridad para la iglesia. Vidas, recién compuestas para el libro, que representan a los gobernantes como santos iguales a los apóstoles o como hacedores de maravillas, sirvieron de testimonio para la canonización de algunos príncipes de Moscú y miembros de sus familias.
Como obra literaria, el Libro de Grados marca un punto de inflexión crítico entre los escritos medievales fragmentarios predominantemente monásticos y la prosa narrativa moderna temprana. Las entradas extraídas de compilaciones analísticas (principalmente las crónicas de Nikon, Voskresensk y Sophia) y las vidas de los santos proporcionaron sus componentes básicos, pero el libro trasciende las categorías genéricas tradicionales y no tiene un modelo literario único. Guiados por el sacerdote Andrei (Metropolitano Afanasy), los escritores unificaron sus materiales de manera sistemática, modelando fragmentos en cuentos expansivos e integrando cada cuento en una historia que se desarrolla progresivamente de un tsardom cuyo curso fue dirigido por la providencia divina. Un prefacio establece las premisas teológicas del libro en términos de metáforas que sirven como figuras o tipos para el curso histórico de Rusia: el árbol (que une el árbol genealógico de los gobernantes, el árbol de Isaí y el árbol en el sueño profético del rey Nabucodonosor); la escalera (una combinación de la escalera de Jacob y la escalera divina de perfección de San Juan Clímaco); y agua (bautismo). Se dirige a los lectores a un índice detallado, el primero de su tipo, que expone el diseño único del libro y permite ubicar rápidamente los capítulos individuales. La comparación de las tres primeras copias supervivientes del texto (las copias de Chudov, Tomsk y Volkov, todas fechadas en la década de 1560) muestra cómo las entradas originales fueron alteradas, complementadas y, a veces, desplazadas de sus posiciones textuales iniciales por los editores para apoyar su intereses ideológicos.
El valor del libro como fuente autorizada y una declaración de la identidad de la nación fue reconocido por Pedro el Grande, quien en 1716 ordenó que se usara una sinopsis para su propia historia de Rusia planificada, pero nunca ejecutada. Debido a la importancia del libro para el canon, la Academia Rusa encargó una edición impresa en 1771. Como primera narrativa coherente de la historia nacional, la Libro de Grados sirvió de modelo para las historias posteriores de Rusia y de libro de consulta para las reconstrucciones mitológicas y artísticas de un pasado idealizado.