Francisco romero

Francisco Romero, el filósofo argentino de la trascendencia, nació en Sevilla, España, pero se mudó a Argentina cuando era niño. Después de la carrera militar y literaria se dedicó a la filosofía, ingresando en la facultad de la Universidad de Buenos Aires en 1928 y de La Plata en 1929. Renunció a sus cargos académicos en 1946 en protesta contra el gobierno de Juan Perón pero los retomó en 1955. Porque Por su disciplina conceptual, alcance, originalidad de pensamiento y límpida claridad de estilo, Romero es considerado uno de los filósofos latinoamericanos más capaces y satisfactorios.

La idea de trascendencia domina y unifica la metafísica y las teorías del conocimiento y los valores de Romero. La trascendencia implica al menos la diversidad lograda al pasar más allá de una condición o límite dado y sugiere un ímpetu o agencia universal de tal paso, una agencia que puede tener un propósito. En oposición a la trascendencia está la inmanencia, que implica identidad y contención dentro de, o regreso a, un límite. De las dos formas principales de trascendencia, una es la relación de las partes entre sí en un todo estructural mediante la cual surgen características novedosas que solo estaban latentes en las partes consideradas por separado. La otra forma de trascendencia es el cambio y, en particular, la evolución en el sentido creativo y vitalista de Henri Bergson. Su reducción inmanente ocurre en las visiones evolutivas mecanicistas de Charles Darwin y Herbert Spencer.

Romero identificó la razón con la inmanencia; la experiencia, en un sentido amplio, está relacionada con la trascendencia. La razón puede ser intuitiva o discursiva. En cualquier caso, exige identidad y transparencia. La identidad se encuentra en la homogeneidad y en la permanencia; lleva a la razón a la concepción mecanicista de los átomos que son de tipo similar, perduran en el tiempo y se rigen por leyes causales que presuponen la identificación de los efectos con sus causas. La transparencia, o claridad, se encuentra en las formas vaciadas de contenido y en el espacio en el que se mueven los átomos y con el que tienden a identificarse.

La razón es sólo formal y no tiene un camino propio hacia la realidad y el hecho concreto. No es idéntico a la inteligencia, que puede criticarla. Donde falla la razón, triunfa la experiencia. La experiencia proporciona un dato por el que debe guiarse el conocimiento. Los objetos de la experiencia no son solo datos de los sentidos y objetos perceptivos, sino también esencias y valores. Además, Romero mantuvo abierta la posibilidad de una experiencia metafísica de algo último y nouménico pero sujeto a conexión con la experiencia ordinaria y sus objetos fenoménicos.

Romero dividió los fenómenos en cuatro estratos, de los cuales cada nivel es un terreno para el siguiente y tiene mayores posibilidades de trascendencia que el nivel anterior. El nivel físico, el del espacio y los átomos en movimiento, está más impregnado de inmanencia, pero el cambio en la teoría física del corpúsculo rígido al activísimo enfoque significa un mayor énfasis en el papel de la trascendencia incluso en este nivel. El nivel vital se caracteriza por la verdadera duración, un factor de trascendencia. El nivel psíquico involucra la conciencia, que tiene la intención o trasciende hacia un objeto, pero hay una inmanencia contraria en la tendencia egocéntrica del individuo humano a absorber el objeto en sus propias formas y necesidades. En el plano espiritual, la persona humana, elevándose por encima de sus necesidades egocéntricas y alcanzando una subjetividad universal, contempla desinteresadamente el objeto en la esfera del saber y se conduce de manera altruista y con respecto a los principios generales en la esfera de la acción. En el nivel espiritual, la trascendencia se vuelve absoluta. La persona es la trascendencia encarnada y no calificada. Cada nivel contiene y se sustenta en la trascendencia, pero cada uno es único e irreductible.

Romero, procediendo con cautela y con aire de hipótesis, propuso que Arthur Schopenhauer y Bergson no se equivocaban al plantear un dato metafísico, sino que lo malinterpretaron. La voluntad de Schopenhauer y el impulso vital de Bergson son formas de trascendencia, que es un ser más general y básico que ambos. Romero no trató de esbozar la naturaleza de este ser, pero parece haberlo considerado como un impulso universal que opera en todos los niveles de trascendencia fenoménica, un ímpetu que es la esencia de la realidad, la fuente del valor y posiblemente el punto de flor del espíritu, que esta siendo pensado desde el principio.

Véase también Bergson, Henri; Cambio; Darwin, Charles Robert; Filosofía latinoamericana; Naturaleza, ideas filosóficas de; Schopenhauer, Arthur; Spencer, Herbert.

Bibliografía

Obras de romero

Lógica. Escrito con E. Pucciarelli. Buenos Aires, 1938.

Filosofía de la persona. Buenos Aires, 1944.

Papeles para una filosofía. Buenos Aires: Editorial Losada, 1945.

Teoría del hombre. Buenos Aires: Editorial Losada, 1952. Traducido por WF Cooper como Teoría del hombre. Berkeley: University of California Press, 1964.

Historia de la filosofía moderna. Mexico City: Fondo de Cultura Económica, 1959.

Arthur Berndtson (1967)