PRESIDENCIA DE REFORMAS Y
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA
Rey de España desde 1975.
Juan Carlos I sucedió al fallecido dictador Francisco Franco como jefe de Estado de España en 1975. Es nieto del rey Alfonso XIII, que se exilió en Roma cuando se proclamó la Segunda República en abril de 1931. Juan Carlos nació en Roma el 5 de enero de 1938.
EL PROBLEMA DE LA SUCESIÓN
El padre de Juan Carlos fue Don Juan de Borbón, quien aunque no era el hijo mayor del rey exiliado, se convirtió en el legítimo heredero al trono. Cuando estalló la guerra civil en España en 1936, los monárquicos apoyaron la rebelión militar contra la república y Don Juan trató de unirse al ejército rebelde. Franco, el líder emergente de los rebeldes, lo impidió astutamente. La victoria en la guerra consolidó la preeminencia política de Franco en el Nuevo Estado, mientras que los monárquicos se volvieron dependientes de la voluntad del dictador. A medida que se avecinaba la Segunda Guerra Mundial, la familia de Don Juan se mudó a Suiza. A partir de ahí, coincidiendo con la derrota aliada de las potencias del Eje en 1945, emitió un manifiesto solicitando la dimisión de Franco y la restauración tanto de la monarquía como de la democracia en España. Debido a que el régimen franquista no colapsó, el resultado de este manifiesto fue exponer a Don Juan como un "liberal" convirtiéndolo en una opción inaceptable para la restauración de la monarquía en España. En 1947 Franco se proclamó regente vitalicio con derecho a designar a su sucesor. Don Juan se vio obligado a llegar a un acuerdo con el dictador en 1947 y al año siguiente envió a su hijo Juan Carlos a España a estudiar y, se entendía, a estar preparado para suceder a Franco. Este arreglo creó una contradicción entre la continuidad de la línea dinástica en la persona de Don Juan y el futuro de la monarquía en la persona de su hijo. Esta situación creó numerosas tensiones entre la familia real, los sectores monárquicos de la sociedad e incluso los franquistas acérrimos. El problema no se resolvió por completo hasta 1977, cuando Don Juan cedió todos sus derechos dinásticos a su hijo.
RELACIÓN CON FRANCO
Franco supervisó la educación de Juan Carlos, y la relación personal entre ellos siempre fue buena, aunque no exenta de momentos de tensión. Juan Carlos estudió en las tres academias militares y tomó cursos de humanidades, derecho, política y economía. El plan del dictador era convertirlo en un sucesor competente y políticamente confiable. En 1969 Franco lo convirtió en su sucesor oficial, pero le otorgó el título de "Príncipe de España" en lugar de "Príncipe de Asturias", el título tradicional del príncipe heredero español. Anteriormente, en 1962, Juan Carlos se había casado con la Princesa Sofía, hija de Pablo I, rey de Grecia. Juan Carlos y Sofía tuvieron dos hijas, Elena (1963) y Cristina (1965), y un hijo, el futuro príncipe heredero Felipe (1968). En términos políticos, Sophia fue una excelente elección porque constantemente demostró ser una socia muy inteligente, hábil y culta, con un fuerte sentido del deber.
A pesar de las credenciales de la pareja, cuando la salud del dictador se deterioró rápidamente a principios de la década de 1970, muchos miembros incondicionales del régimen todavía esperaban que Franco eventualmente revocara la designación de Juan Carlos como sucesor. Varios otros candidatos de las diferentes ramas de la familia real se estaban posicionando para esta eventualidad. Franco, sin embargo, se mantuvo firme en su decisión. El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, las Cortes, el parlamento de la dictadura, proclamaron rey de España a Juan Carlos I.
PRESIDENCIA DE REFORMAS Y
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA
Los planes políticos del nuevo rey eran desconocidos y mucha gente, demócratas y franquistas por igual, desconfiaban de él. Sus primeras señales fueron confusas. Declaró su deseo de ser "el rey de todos los españoles", pero casi simultáneamente confirmó en su cargo a Carlos Arias, último primer ministro de Franco. Arias no era un demócrata, habiendo tenido un papel destacado en la represión política extremadamente dura que tuvo lugar en el país después de la guerra. En consecuencia, la reforma política estaba estancada y Juan Carlos parecía destinado al fracaso, y muchos predijeron que el rey no permanecería en el trono por mucho tiempo.
En julio de 1976, sin embargo, sorprendió a casi todo el mundo sustituyendo a Arias por el joven Adolfo Suárez. Este nombramiento fue mal recibido por la mayoría de los demócratas porque Suárez hasta entonces tenía impecables credenciales franquistas y fuertes vínculos con el partido único de la dictadura (la Falange) y con la derecha católica (Opus Dei). Trabajando en estrecha colaboración con Suárez y otros asesores menos conocidos, el rey Juan Carlos en los meses siguientes pudo desmantelar los principales obstáculos a la reforma. En noviembre de 1976, Suárez utilizó su conocimiento del funcionamiento interno del sistema para engatusar a las Cortes para que aprobaran una Ley de Reforma Política, que efectuó la disolución de las mismas Cortes y la legalización de los partidos políticos. A principios de 1977, el rey utilizó su posición como comandante supremo de las fuerzas armadas para reprimir la creciente oposición militar a estas reformas. La legalización del Partido Comunista en Semana Santa fue un punto de alta tensión. Finalmente, en junio de 1977, tuvieron lugar las primeras elecciones plenamente democráticas en España desde 1936. Ganó el partido centrista de nueva creación de Suárez, con los socialistas en un fuerte segundo lugar. Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda fueron derrotados.
La reforma política se produjo en un momento en que se estaban acumulando otros problemas, como el aumento de la actividad terrorista, principalmente por parte de ETA (una organización vasca), el declive económico, el creciente desempleo y el cuestionamiento de la unidad nacional. El final de la década de 1970 fue un período de tensión, con frecuentes rumores de un golpe militar inminente. Agotado y probablemente con la intención de evitar un golpe, Suárez dimitió en enero de 1981. El 23 de febrero, durante el debate para sustituirle, las unidades policiales irrumpieron en el Parlamento. Esta fue la señal para desencadenar el temido golpe. En esas horas cruciales, con el parlamento y el gobierno en manos de los insurgentes, el papel del rey se volvió crucial. Sus llamadas personales a los comandantes de las principales unidades militares aseguraron que casi todos se abstuvieran de participar en el golpe. Juan Carlos apareció en televisión en las primeras horas de la mañana siguiente asegurando a la población que tenía la situación bajo control y que la democracia no estaba en riesgo. Estas intervenciones no solo condenaron el golpe de Estado, sino que también transformaron radicalmente la imagen pública del rey y de la monarquía: tanto la persona como la institución impuesta por Franco se veían ahora como los principales garantes de las libertades recién recuperadas del común de los españoles. Al defender la democracia en esas horas cruciales, Juan Carlos ganó una legitimidad política y un apoyo popular que había sido cuestionado hasta entonces. Este fenómeno se ha denominado "juancarlismo". La popularidad de Juan Carlos se ha mantenido constantemente alta desde entonces.