Matrilocalidad. Los patrones de residencia a menudo estaban determinados por reglas de ascendencia. En un entorno matrilocal, generalmente en una sociedad matrilineal, la pareja de recién casados estableció su residencia en el complejo de la madre de la novia. Una niña nacida en un entorno matrilocal tomó el nombre de la matriarca viviente o una tía materna. Un niño normalmente tomaría el nombre del tío o hermano vivo de la matriarca.
Patrilocalidad. En la mayoría de los grupos patrilineales, una vez que una mujer se casaba, estaba obligada a mudarse al complejo del padre de su esposo, donde residía la pareja hasta que pudieran, o quisieran, establecer su propia casa. Por lo general, la esposa joven vivía entre las otras mujeres, y la mujer de mayor edad en el complejo ejercía la autoridad marital. Las esposas más jóvenes fueron puestas bajo el control de esta matriarca, o varias esposas mayores, quienes establecieron arreglos para dormir y asignaron tareas dentro del hogar extendido. En algunos casos, el joven esposo siguió viviendo en la cabaña o el recinto de su padre hasta que éste falleció. Luego, el hijo mayor, que era el siguiente en heredar la propiedad, determinó si sus otros hermanos y esposas debían continuar con su residencia o no. En las familias poligínicas (aquellas en las que el marido tenía más de una esposa), una mujer viuda no podía casarse con otro hombre de la familia de su marido y, por acuerdo, estaba obligada a residir en el complejo de su padre.
Neolocalidad. La neolocalidad es la práctica mediante la cual una pareja de recién casados establece su propia residencia lejos de ambos padres. En África occidental, esta práctica suele ser una característica de la modernización y el rápido desarraigo de las personas de los entornos familiares tradicionales. Durante los años 500-1590, este patrón de residencia ocurrió en los centros urbanos, y era común entre las tribus nómadas, donde los recién casados construían su propia cabaña en las afueras del complejo principal del jefe del clan.