(1872-1918), esposa del zar Nicolás II y última emperatriz de Rusia.
Alexandra Fedorovna Romanova estuvo en el centro del drama político que llevó a la caída de la monarquía rusa en 1917. Princesa del gran ducado de Hesse-Darmstadt en Alemania y nieta de la reina Victoria de Inglaterra, perdió a su madre y a su hermana menor por difteria cuando aún era una niña, y respondió a esta pérdida volviéndose hacia adentro. Esta tendencia al aislamiento se intensificó después de su matrimonio en 1894 con Nicolás, cuando sus principios entraron en conflicto con la realidad de la vida de la corte rusa. Escandalizada por la aparente decadencia de la aristocracia, se retiró de la sociedad, provocando el desprecio de la élite social rusa.
Alexandra dedicó la mayor parte de su tiempo a sus cuatro hijas (Olga, Tatiana, Maria y Anastasia) y su hijo, Alexei, que nació en 1904. Poco después del nacimiento de este heredero varón tan esperado al trono, se descubrió que Alexei tenía hemofilia. Su enfermedad se convirtió en la principal preocupación de Alexandra. Grigory Yefimovich Rasputin, un hombre santo que se autodenominó, logró detener la hemorragia de Alexei y, por lo tanto, se volvió importante para la familia real. La cercanía de Rasputín con la familia gobernante llevó a especular sobre su influencia sobre las decisiones políticas y al desdén por la familia real entre las capas educadas de la sociedad. Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a Rusia con Alemania, el origen alemán de Alexandra contribuyó aún más a su impopularidad. Muchos la acusaron de encabezar una facción alemana en el gobierno. Aunque estos cargos eran infundados, sirvieron para socavar la autoridad de la monarquía, ayudando así a allanar el camino para la Revolución de febrero de 1917. Los bolcheviques asesinaron brutalmente a toda la familia real en julio de 1918.
La imagen negativa de Alexandra moldeada por sus detractores ha dado paso a relatos más objetivos, aunque no siempre desapasionados, de su vida. A menudo se la representa como una figura trágica y como una esposa y madre dedicada. En 1981, la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero canonizó a Alexandra, junto con su familia, por aceptar la muerte con fe en Dios y humildad, y el Patriarcado de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa hizo lo mismo en 2000.